Tesis Doctoral
Dieta, indicadores de salud y caracterización
biomorfológica de la población medieval musulmana de Xarea (Vélez
Rubio, Almería)
Estas líneas recogen el contenido de la interpretación final de mi
Tesis Doctoral. Constituyen simplemente un pequeño resumen de aspectos
esenciales analizados en la investigación de la necrópolis
hispanomusulmana de Xarea (Vélez Rubio, Almería). El lector debe
entender que esta página web es sólo una parte de la Memoria
anteriormente citada y por ello, posiblemente, muchas inferencias sólo
podrán entenderse completamente cuando se disponga del texto completo.
A pesar de todo, creo importante ofrecer la información de estas
líneas a cualquier persona que desee conocer parte de nuestra historia
común y mostrar que la Antropología Biológica moderna permite
reconstruir la forma y calidad de vida de las poblaciones humanas que
nos antecedieron.
Las razones del estudio
El interés común de arqueólogos y antropólogos es obtener la máxima
información de los restos llegados hasta nosotros procedentes de
culturas antiguas. Si en un principio el interés se centraba en la
admiración y el estudio de los objetos bellos por sí mismos, con el
tiempo se ha ido sistematizando los registros arqueológicos, haciendo
exhaustiva la recogida de datos, buscando el por qué de la fabricación
de artefactos o la ubicación de un poblado, estudiando sus sistemas
políticos, las formas de explotación del territorio, las rutas de
comunicación entre los grupos humanos antiguos, en otras palabras,
buscando la explicación de los fenómenos adaptativos y atendiendo a su
evolución biológica y/o cultural.
Analizar la respuesta de nuestra especie a determinadas presiones
ambientales, sean de origen natural o cultural, es una forma más de
valorar su adaptación; así, la capacidad de respuesta a un determinado
esfuerzo físico o, de forma más relevante, a una enfermedad, afecta a
la capacidad reproductiva de un individuo y por extensión a la de
cualquier grupo humano. El análisis de la salud de las poblaciones del
pasado permite evaluar la interacción del medio natural y el social ya
que, obviamente, el estado de salud influye en determinados factores
como la esperanza de vida, el potencial reproductor, la capacidad de
trabajar o en todo aquello que permite el mantenimiento de cualquier
sociedad (BUSH, 1991). Pensamos que abordar la relación dinámica entre
hombre y medio ambiente es, finalmente, estudiar la relación entre el
hombre y la cultura.
El objetivo central de este trabajo ha sido reconstruir la forma de vida
de una comunidad rural hispanomusulmana de Almería. Para lograr ese fin
las preguntas que nos hemos formulado han sido muy numerosas, entre
ellas, ¿dónde vivían, qué número de personas formaban la comunidad,
qué tipo de enfermedades sufrían, cuál era el sistema de explotación
del territorio, qué labores habituales realizaban?.

Son muy numerosas las ciencias que utilizadas dentro de la Arqueología
pueden dar información y respuesta a estas preguntas. En nuestro caso
sólo contábamos con restos esqueléticos humanos por lo que en
principio estábamos avocados, como en otras muchas ocasiones, a la
información que podemos obtener de los restos óseos, sin duda, mayor
de lo que habitualmente se piensa por los no especialistas. La ciencia
que se centra en su estudio es la Antropología Biológica. ¿Qué
información relevante puede ofrecernos? Múltiple, por ejemplo, podemos
estimar, si aceptamos como válidos algunos supuestos, cuál es la
dinámica demográfica poblacional, entendida como la tasa de mortalidad
y natalidad, o la esperanza de vida al nacer. Para llegar a este punto
contamos con un amplio número de técnicas para la determinación del
sexo y la edad de un resto óseo, especialmente de métodos
multifactoriales que han representado un avance importante en la
discriminación sexual. Para la edad, los problemas son aún mayores,
por lo que en los últimos años se sugiere la utilización de distintos
métodos (LOVEJOY et al., 1985). Este punto es crítico, pues de este
primer paso parte la correcta interpretación de los resultados que
explican las diferencias sexuales o los cambios degenerativos del
esqueleto.
También podemos intentar valorar el grado de adaptación del individuo
a través de su estructura corporal, ya que la plasticidad del hueso
ante las distintas exigencias musculoesqueléticas favorece la
variabilidad en la manifestación de un carácter y el estudio de un
conjunto de ellos puede permitir reconstruir una actividad concreta. En
general, se busca la combinación de varios parámetros para obtener
índices que permitan estimar la forma de la estructura anatómica,
estableciendo diferencias en la robustez intra e interpoblacional.
Sin duda la enfermedad, desde sus distintas manifestaciones, es un buen
indicador de las condiciones de vida de un grupo. Hoy, podemos estudiar
los problemas de nutrición durante la infancia, procesos infecciosos de
la cavidad oral como la caries, los abscesos, o lesiones como la
enfermedad periodontal, afecciones que pueden modificar el proceso de
masticación. Podemos observar las alteraciones producidas como
consecuencia de actividades que requieren un esfuerzo prolongado y/o
intenso, los cambios degenerativos, las fracturas, y en ocasiones
conocer la causa que las generó. Incluso es posible identificar
determinadas enfermedades de tipo infeccioso en el esqueleto postcraneal
que pudieron terminar en la muerte del individuo.
Aunque éstos son métodos comunes para el estudio de los restos óseos,
la capacidad técnica actual nos ofrece alternativas que aún se
encuentran en estado casi experimental, caso de la amplificación de ADN
procedente de hueso antiguo. Análisis que abre las puertas a la
determinación del sexo de restos incompletos, a las relaciones
familiares entre individuos enterrados en la misma sepultura o en un
mismo recinto funerario, al origen de las migraciones, o al diagnóstico
paleopatológico. Pero esta parte del análisis biológico sólo está
iniciándose y aún habrá que esperar algún tiempo para que las
determinaciones alcancen unos porcentajes de fiabilidad substancialmente
más elevados que los de hoy en día.
No debemos olvidar que existen limitaciones en la investigación de cada
uno de los apartados mencionados, aunque en sí mismos pueden constituir
o constituyen un área independiente de trabajo. Quizá uno de los
aspectos más criticados haya sido la paleodemografía. Algunas de las
razones ya han sido comentadas en las páginas precedentes, pero una de
las más destacadas es la consideración de cualquier población como
estable. En este caso las tasas de natalidad y mortalidad serían
iguales, lo que impide considerar la posibilidad de una disminución o
aumento de una u otra por cuestiones de migración, epidemias, guerras,
etc., factores que desajustan el equilibrio teórico de la población.
Tampoco conocemos si en el cementerio que excavamos se encuentran
enterrados todos los individuos, por lo que podríamos no contar con una
representación completa de la población; la ausencia de individuos
infantiles, en especial los menores de un año, hace sospechar la
existencia de un lugar de enterramiento distinto, y con ello la realidad
de la mortalidad infantil es puesta en duda. En ocasiones tampoco
sabemos si existen otras necrópolis de la misma cronología o si había
lugares específicos para enterrar a determinados grupos sociales. Si el
cementerio se encuentra parcialmente excavado, el azar puede hacer que
no se localicen lugares con características distintas a las
recuperadas. Aún así, mediante su estudio, aunque sea aproximado,
podemos acercarnos a una parte de la realidad que desconoceríamos por
completo si la obviáramos.
Por otro lado, todo el análisis paleopatológico depende del estado de
conservación del material. En escasas ocasiones el material
arqueológico se encuentra en buenas condiciones, con lo que no siempre
pueden extraerse resultados concluyentes que permitan proponer
hipótesis aplicables a otras poblaciones. Desgraciadamente la
manifestación de cambios morfológicos en el hueso es limitada, por lo
que no podemos encontrar en él la respuesta a todas nuestras preguntas.
Sin embargo, el estudio de varias estructuras muchas veces posibilita
establecer el patrón de actividad de un individuo.
¿Qué significa Xarea? ¿Qué rito
de enterramiento tenía?
Al margen de la interpretación propuesta por PALANQUES (1909) sobre la
etimología de Xarea, campo del suplicio, en el diccionario
Español-Arabe, se denomina con este término al camino del
abrevadero. En la toponimia actual es frecuente encontrar nombres
que hacen referencia a lugares que señalizan o localizan un sitio
destacado para una comunidad. En el mapa de la Figura 1 podíamos
apreciar la presencia de una pequeña balsa natural en Xarea, pensamos
que posiblemente ésta haya dado origen al topónimo en época medieval
y que la sugerencia de Palanques debe ser necesariamente revisada.
La necrópolis de Xarea se encuentra situada justo enfrente, y al otro
lado del río, de un antiguo asentamiento hispanomusulmán localizado en
el Cerro del Castellón, en él se edificó una fortaleza posiblemente a
finales del siglo IX (MOTOS, 1992) a la que se llamó Velad al-Ahmar o Tierra
Roja. De este enclave sólo conocemos la descripción dada por
MOTOS, puesto que no ha sido excavado hasta el momento. Pensamos que
éste era el lugar donde muy probablemente habitaba, al menos, una parte
importante de la población que fue enterrada en la necrópolis. El
control visual desde el asentamiento debía ser idóneo, cercano a los
caminos de entrada tal y como se disponían en esta época los
cementerios.
El rito de enterramiento de Xarea se ha mostrado estrictamente ortodoxo,
salvo casos excepcionales no hay ningún elemento de ajuar, la
orientación de las tumbas es NE-SO, la disposición de los individuos
es décubito lateral con el rostro mirando al SE, en fosas de
dimensiones reducidas, largas y estrechas, forma similar a la detectada
en otra necrópolis urbana de rito musulmán como es la de San Nicolás
de Murcia. No parece existir un patrón diferente para el sistema de
enterramiento en el ámbito rural, aunque en Xarea no se han
identificado estructuras distintivas que permitan establecer ninguna
asociación de parentesco o de condición social. Posiblemente la
humildad de estas gentes se pueda manifestar por la falta de cualquier
tipo de ornamentación ya que, sin duda, sólo los más pudientes eran
los que ponían estelas o edificaban pequeñas capillas identificando
las tumbas.
La determinación del sexo y la edad aparente de muerte son dos aspectos
metodológicos fundamentales para la reconstrucción de las poblaciones
humanas desde el punto de vista antropológico. Su importancia puede
expresarse por el número de artículos especializados que se realizan
desde hace más de cien años y los que sin duda seguirán apareciendo.
En la práctica, el análisis de ambos parámetros se ha extendido a la
totalidad de estructuras anatómicas y las revisiones metodológicas
incluso han permitido la publicación de grandes volúmenes (KROGMAN e
ISÇAN, 1986; ISÇAN, 1989). En nuestro caso se hizo necesario aplicar
distintas técnicas en función del estado de conservación del
material. Tal y como indicábamos en Material y Métodos los
procedimientos de determinación sexual se basaron en caracteres
discretos del coxal, cráneo o mandíbula y en la elaboración de
funciones discriminantes, específicas para Xarea, centradas en las
dimensiones tibiales. Dichas ecuaciones permitieron realizar la
determinación sexual de los restos peor conservados o de aquellas
tumbas en las que sólo se detectó la presencia de huesos largos.
La edad aparente de muerte se evaluó mediante tres procedimientos
siguiendo la recomendaciones de numerosos autores (LOVEJOY et al., 1985;
MEINDL y LOVEJOY, 1985; BASS, 1987; BROTHWELL, 1987; SUCHEY et al.,
1988; UBELAKER, 1989). De ese modo pudieron determinarse tres edades
distintas relativas al cráneo (suturas craneales), coxal (sínfisis
púbica) y mandíbula (altura de la corona dental). Nuestro estudio
demostraba que, en promedio, las estimas para la serie masculina
variaban en menos de dos años, pero la diferencia entre la edad sutural
y la dental alcanzaba los nueve en la serie femenina. Se detectaba, por
tanto, una subestima en la edad sutural muy marcada que afectaba de
forma significativa a las mujeres de Xarea. ¿Acaso la edad dental no
era útil? y si era así ¿por qué no difería en los varones?.
Numerosos investigadores han desarrollado protocolos de determinación
de la edad basados en el patrón de desgaste dentario (YAMADA, 1931;
GUSTAFSON, 1950; MILES, 1963). LOVEJOY y colaboradores (1985) revisaban
distintas técnicas que afectan al cráneo y esqueleto postcraneal y
apoyaban la gran fiabilidad del desgaste dental respecto a las estimas
obtenidas con otros métodos. Metodológicamente existen, esencialmente,
dos limitaciones: el grado de abrasión de la dieta y el patrón
económico de la sociedad. Los niveles de desgaste de las sociedades
cazadoras-recolectoras son muy superiores a los de poblaciones
agrícolas y si los ingredientes de la dieta son muy abrasivos la
atrición es más acusada. ¿Por qué las ecuaciones de WALTER y SHAPIRO
(1992) eran útiles en varones y no en mujeres?. Evidentemente, podía
tratarse de un problema asociado a una dieta distinta en ambos sexos,
pero nuestros resultados de ICP-AES no apoyaban está hipótesis de
forma que debería suponerse la existencia de algún otro motivo. La
revisión bibliográfica demostró que algunos autores han detectado una
obliteración más tardía de las suturas craneales en las mujeres y,
por lo tanto, que las estimas basadas en edad sutural son en realidad
subestimas de la edad cronológica. Según las cifras aportadas por
MASSET (1989) el error puede llegar a ser superior a los diez años,
valor prácticamente idéntico al detectado por nosotros. Como las
piezas dentales se conservan con mayor facilidad en el registro
arqueológico, la edad dental suponía una ventaja respecto a los otros
métodos, ya que el tamaño muestral se incrementaba de forma
significativa. La utilización de este procedimiento permitió extender
el estudio a individuos que estaban representados tan sólo por dientes,
asociados o no a fragmentos mandibulares, favoreciendo la información e
interpretación de los restos humanos.

La distribución de los enterramientos es bastante uniforme en toda la
superficie excavada de la necrópolis, si bien la zona 1, quizá por
alteraciones postdeposicionales tiene una menor densidad de tumbas. Los
enterramientos infantiles representan el 18% del total de los
recuperados. Aunque se han detectado más niños entre 0 y 6 años en la
zona 3 del cementerio, la mejor preservada, no podemos desestimar que en
el resto de las zonas este tipo de tumbas se hayan perdido por
cuestiones tafonómicas, ya que estos restos muestran una menor
resistencia debido a la escasa densidad de la estructura del hueso (GUY
et al., 1997). Sin embargo, nuestro estudio sobre el estado de
conservación de las distintas regiones anatómicas señala que los
restos infantiles se preservan, aproximadamente, un 20% menos que los de
adultos; a pesar de lo cual, son claramente identificables, así como lo
son sus fosas. Algunos autores (GUY et al., 1997) sí han detectado la
desaparición completa de los restos infantiles en colecciones del siglo
pasado, pero a pesar de la ausencia de estructuras óseas, estaban
presentes las fosas e incluso los ataúdes en los que fueron enterrados.
Por tanto, pensamos que si en la zona 1 y 2 hay menos enterramientos de
este intervalo de edad puede ser debido a la desaparición completa de
la tumba que, por sus más reducidas dimensiones, es factible que hayan
sido arrasadas sin dejar ningún tipo de evidencia. Una alternativa en
Xarea sería admitir la existencia de fluctuaciones poblacionales que
hayan afectado tanto a las tasas de natalidad como a las de mortalidad
infantil, hipótesis consistente con el posible despoblamiento de la
zona en determinados períodos. Menos probable es la posibilidad de un
descenso en la mortalidad infantil como consecuencia de una mejora de
las condiciones de vida, puesto que según los indicadores de salud
evaluados no fueron buenas para el conjunto de la muestra estudiada.
Como ya se ha expuesto, la necrópolis de Xarea se excavó por
procedimiento de urgencia y no fueron recuperadas la totalidad de tumbas
existentes. Algunos de los cortes que se plantearon estaban arrasados
por construcciones modernas y no se encontraron restos de
enterramientos, aunque lógicamente debieron estar ocupados por
sepulturas durante el período de utilización puesto que volvemos a
encontrar individuos en zonas circundantes no afectados por las
construcciones. Nuestras preguntas son ¿cuantos individuos estaban
enterrados en Xarea? ¿Cuantas personas formaban parte de la población?
¿Durante cuanto tiempo se utilizó la necrópolis? Para responder a
estas cuestiones primero hemos calculado el número aproximado de
enterramientos. Para ello hemos asumido que la densidad de tumbas es
similar a la de los cortes excavados en todo el área delimitada de la
necrópolis. Así, podemos calcular que había, al menos, mil
enterramientos. Algunos estudios históricos (CARA, 1993) ofrecen como
posible la presencia de unas 2300 personas en Vélez Rubio en 1491,
aunque en esta fecha ya debía existir población cristiana para
mantener el poder político sobre la zona recientemente conquistada. En
1570 sólo quedó una familia morisca de las 260 que aún vivían en
Vélez Rubio (GARZON, 1972); cada familia estaba formada por un promedio
de cinco individuos (SEGURA, 1989), es decir, el número podría estar
próximo a los 1300 moriscos. Es lógico pensar que la población
musulmana antes de la conquista cristiana fuese algo mayor, pues la
emigración de los territorios conquistados por los Reyes Católicos fue
masiva. Por tanto, podemos asumir que como mínimo hubiesen vivido en
Vélez Rubio unas 1300 personas.
La siguiente cuestión es el tiempo de utilización de la necrópolis,
si aceptamos como inicial la fecha de la lápida comentada por Palanques,
941, y como final el año de abandono del Castellón y la fundación de
la actual Vélez Rubio, 1520, el cementerio estaría en uso 579 años.
Si esto es así, en una población de 1300 individuos con la tasa de
mortalidad estimada en Xarea, 27.14 por mil, tendríamos 35 muertes al
año que por 579 años ofrecería 20323 defunciones. ¿Dónde se
encuentran enterrados esos individuos?. Obviamente, el espacio físico
de Xarea imposibilita la ubicación de un número semejante de
inhumaciones.
Por otro lado si aplicamos las ecuaciones establecidas por ACSADI y
NEMESKERI (1970) o la de MORRIS (1987) con la tasa de mortalidad
comentada y una esperanza de vida al nacer de 36.84 años, las estimas
nos ofrecen una población siempre inferior al centenar de individuos,
unas 65 personas. Descontando mujeres y niños nos quedarían menos de
15 varones adultos para defender el primer puesto fronterizo musulmán
frente a los cristianos de Murcia. Creemos que es un planteamiento
ilógico. Incluso si reducimos el tiempo de ocupación de la necrópolis
del 941 al 1305, fecha obtenida mediante datación radiocarbónica, es
decir, 364 años, tendríamos con las mismas tasas unos 100 individuos,
de los cuales 20 serían varones adultos. Nos encontramos ante el mismo
problema, pero, con ello estaríamos asumiendo necesariamente la
existencia de otra necrópolis, pues el asentamiento musulmán siguió
existiendo. Sea uno u otro el resultado, las estimaciones son
excesivamente bajas para la situación estratégica de Vélez. Por tanto
tenemos que aceptar, al menos, tres hipótesis: primera, la presencia de
otro u otros cementerios; segunda, la existencia de fluctuaciones en el
número de personas que vivían allí como consecuencia de las continuas
incursiones cristianas y el despoblamiento en determinados momentos de
su historia; tercera, asumir la debilidad de los estimadores
paleodemográficos. Posiblemente los tres argumentos conjuntos puedan
ser la respuesta más adecuada a este caso concreto.
La estrategia de supervivencia en esta zona viene marcada por unas
condiciones geográficas y políticas muy concretas. La zona de los
Vélez es una región climatológicamente seca y árida, donde se han
producido importantes alteraciones medioambientales de origen antrópico,
en especial la destrucción de la cubierta vegetal, que han ido
empeorando unas condiciones que ya inicialmente eran adversas. Además,
debemos tener presente la inestabilidad política existente en gran
parte de este área durante el período medieval. El control de esta
zona era fundamental al ser un paso natural y poseer los nacimientos de
algunos de los afluentes del Guadalentín; el control del agua en estas
comarcas siempre ha sido de vital importancia, de hecho, durante buena
parte de su historia Los Vélez estuvieron bajo jurisdicción murciana.
También conocemos la importancia de las incursiones bélicas que eran
organizadas, de forma periódica, por las tropas tanto cristianas como
musulmanas; acciones que tenían como principal objetivo asolar el
territorio enemigo que atravesaban (JIMENEZ, 1997). En estas
circunstancias la situación económica no debió ser demasiado
próspera, a pesar de lo cual, los musulmanes supieron aprovechar los
recursos naturales que les ofrecía la zona modificando la organización
del paisaje, manteniéndose en este lugar durante siglos.
¿Quienes vivían en este área?
Una de las primeras cuestiones que llama la atención en nuestro estudio
es la distribución por edades de la muestra. Se observa un porcentaje
muy bajo de individuos entre 21 y 30 años (6%), esta falta de
representación podría ser debida a una posible migración de gente
joven a centros urbanos con medios de vida supuestamente más
favorables. En la necrópolis urbana de San Nicolás de Murcia, el grupo
de edad entre 18 y 30 años representa el 38% de la población, BRANDI
(1992) justifica esta alta mortalidad a edades jóvenes por la llegada
de gente de ámbito rural y una susceptibilidad mayor a sufrir
determinadas enfermedades infecciosas. Aunque no pueda ser descartada la
posibilidad de una emigración selectiva, debemos pensar que los
jóvenes eran reclutados periódicamente para las aceifas o
incursiones guerreras contra los reinos cristianos y sufrirían bajas,
pero esta práctica debería afectar sólo a los varones. Aún así, el
número de este grupo de edad sigue siendo extremadamente escaso, y
continuaría siéndolo a pesar de estimar la edad de las mujeres
mediante las suturas craneales.
¿Cuál era su tipo de economía?
Para valorar el sistema económico que desarrolló la población que fue
enterrada en Xarea hemos utilizado distintos métodos: la información
aportada por la morfología de huesos postcraneales, la patología oral
y la determinación de paleodieta mediante elementos traza. Una de
nuestras primeras aproximaciones fue el estudio del tamaño y la forma
de los distintos huesos largos para contrastar la hipótesis de la
asimetría cruzada expuesta por RUFF y JONES (1981). Estos autores
encontraron una relación positiva en el desarrollo óseo entre brazo
derecho y pierna izquierda en poblaciones cuya principal actividad
económica era la agricultura extensiva. La asimetría detectada en
Xarea afecta al húmero derecho y al fémur izquierdo en la mitad de los
varones estudiados y se corresponde entre el húmero derecho y la tibia
izquierda en casi una cuarta parte. Estos datos no parecen ser
completamente consistentes con la hipótesis de RUFF, por lo que creemos
que el tipo de agricultura desarrollado en esta zona es distinto al de
una explotación de grandes superficies. En nuestro caso,
mayoritariamente se trataría de pequeñas extensiones de terreno
trabajadas con técnicas agrícolas distintas al arado tirado por
grandes animales, lo cual podría explicar una exigencia
musculoesquelética diferente a la manifestada por la población
americana.
Según CARA (1993) en Almería predominaba la pequeña unidad de
cultivo, y los agricultores poseían parcelas diseminadas en las que
plantaban gran variedad de productos. Aún así, el 23% de la muestra
analizada presenta asimetría completa, por lo que una parte de los
varones podría desarrollar esta actividad de forma preferencial. Es
reseñable que en las mujeres no se encuentre asimetría cruzada entre
húmero y tibia, salvo en uno de los casos estudiados, lo que pondría
en evidencia la existencia de un tipo de actividad diferencial en ambos
sexos en lo referente a las labores de labranza, donde las mujeres
musulmanas no participarían. Esta situación es claramente distinta a
la que encontramos en los reinos cristianos donde las esposas colaboran
activamente también en el cultivo de la tierra (DILLARD, 1993). Las
mujeres musulmanas parecen dedicadas a otras labores, sin duda más
restringidas al ámbito doméstico (ARIE, 1993; LOPEZ DE LA PLAZA,
1992). Según LOPEZ DE LA PLAZA mientras el hombre ostenta en la
sociedad islámica el papel económico principal, la actividad pública
de la mujer en el trabajo se inscribe dentro de una economía
secundaria, centrada en general en las necesidades derivadas de su
condición de ama de casa. Algunos de los indicadores de actividad
utilizados en este estudio, como la exóstosis en la inserción del
psoas mayor, muestran diferencias sexuales estadísticamente
significativas, siendo más frecuente en los varones, 23% frente al 4%
de las mujeres. Este músculo permite los movimientos de flexión de la
pierna y el tronco, actuando en la inclinación del cuerpo hacia
adelante; estas acciones serían frecuentes ante determinadas labores
agrícolas como la recolección y/o la siembra. Creemos que estos
resultados confirman la hipótesis de la destacada importancia de las
actividades agrícolas desarrolladas por esta comunidad, principalmente
por el sexo masculino.
La presencia de casos en los que no se detecta asimetría cruzada
pondría en evidencia la existencia de otras actividades, no
relacionadas directamente con la agricultura, realizadas por algunos
miembros de la población y que en una comunidad, con una economía
posiblemente de subsistencia, serían imprescindibles para asegurar su
supervivencia. Desde luego, la situación fronteriza favorecería la
existencia de ganadería aprovechando los pastos de lugares no
cultivados (LADERO, 1989; JIMENEZ, 1997). También existían pequeñas
rutas trashumantes dentro del reino de Granada, pero parece que la
ganadería andalusí se circunscribía más al ámbito comarcal,
complementando la riqueza económica de las llanuras y de las montañas
de las regiones inmediatas (CARA, 1996); sin duda, la geografía de los
Vélez favorecería esta actividad. En el estudio de la exóstosis de la
tuberosidad anterior de la tibia, donde se inserta el ligamento patelar
para la extensión de la pierna, se encontraron diferencias sexuales
significativas. Las actividades que requieren este movimiento pueden
estar relacionadas con las extensiones necesarias para arar la tierra o
con una intensa actividad locomotora como la que podrían desempeñar
los pastores. Una u otra interpretación parecen estar estrechamente
vinculadas a los varones. Sólo el 6% de las mujeres muestran este
carácter, posiblemente relacionado con el desarrollo de una actividad
locomotora intensa en un medio agreste.

La caries afecta al 73% de los individuos analizados, con un promedio de
tres caries por persona. Un porcentaje tan alto sugiere un consumo
elevado de hidratos de carbono lo que permitiría la proliferación de
distintas bacterias, especialmente streptococos, y la fermentación de
azúcares generando la desmineralización de la pieza dental. En Vélez
Rubio se ha documentado la presencia de un importante número de
colmenas de abejas, objeto de disputa con los habitantes de Lorca (JIMENEZ,
1997), y es conocida la ingesta de productos dulces elaborados a base de
miel, frutos secos y azúcar. Esta podría ser una importante fuente
generadora de caries si no existen unos cuidados higiénicos mínimos.
El índice total de lesiones dentales, elaborado para estudiar
conjuntamente las pérdidas antemortem y las caries, refleja que los
varones presentan frecuencias algo más elevadas que las mujeres, debido
a una mayor pérdida de piezas dentarias durante la vida del individuo.
Aunque la frecuencia de caries aumenta con la edad y la muestra de Xarea
está compuesta por un porcentaje elevado de individuos mayores de 40
años, este factor no es el único causante de la incidencia de
lesiones, pues más del 10% de los dientes se encuentran afectados por
caries entre 21 y 40 años y, aproximadamente el 5% presenta pérdidas
antemortem. Muy posiblemente las condiciones sanitarias orales no fueron
demasiado buenas, peores en los varones, donde la pérdida dental
antemortem se produce a edades más tempranas. Consistente con esta
hipótesis es la elevada frecuencia de enfermedad periodontal
manifestada como una alteración del borde alveolar, que afectaría a la
serie masculina en los intervalos de edad más jóvenes. Si el borde
alveolar retrocede, queda expuesta mayor superficie del diente, en
especial, el cuello de la pieza dental que, al tener una densidad menor
de esmalte y dentina que la zona oclusal, puede ser fácilmente atacada
por bacterias. Esta podría ser la razón última que permitiera
explicar que el 80% de las caries encontradas se localicen en el cuello
del diente. Los resultados obtenidos revelan la estrecha interrelación
de los distintos indicadores de salud bucal y cómo, el estudio conjunto
de ellos, permite explicar procesos que de forma aislada no podrían ser
aclarados con precisión.
Igualmente, el desgaste dental observado no es fuerte, sólo llega, en
promedio, al grado 5 de la escala de Smith para el grupo de mayor edad.
Este desgaste es típico de un tipo de alimentación blanda, en la que
no se ingieren productos demasiado abrasivos. Como consecuencia de ello,
los alimentos suelen dejar restos en la superficie de los dientes y, si
no existe una buena higiene bucal, termina degenerando en una lesión
cariogénica; no debe, por tanto, extrañarnos el elevado porcentaje de
individuos que tienen algún diente afectado por caries. En nuestra
opinión, la información que ofrece tanto el grado de desgaste como la
presencia de las distintas patologías orales, pone en evidencia la
clara relación de esta población con una economía basada en la
agricultura.
Indudablemente la influencia de la edad en los indicadores de salud
bucal limita las comparaciones interpoblacionales y puede darnos una
visión sesgada o incorrecta de las condiciones reales de vida de
poblaciones con el mismo sistema económico. Desgraciadamente, son
escasos los trabajos en los que se analiza este tipo de lesiones por
grupos de edad debido, en general, a los reducidos tamaños muestrales.
Sin embargo, pensamos que es necesario realizar una llamada de atención
ante la importancia de este factor y tomar conciencia de que la sola
comparación de frecuencias totales puede estar limitando o
condicionando nuestras interpretaciones sobre la población estudiada.

Como esperábamos, el estudio de la patología oral ofrece resultados
muy relevantes sobre una de las cuestiones centrales de nuestro trabajo,
delimitar la forma de explotación del territorio, pero además, hemos
intentado ofrecer información aportada por nuevas técnicas analíticas
que permitan contrastar nuestras hipótesis y, en lo posible,
enriquecerlas con otros datos. Para establecer el patrón alimenticio se
realizó un estudio sobre la concentración de elementos traza presentes
en el hueso en una muestra formada por veintiún individuos de Xarea.
Los resultados ofrecidos tras la valoración del contenido de
microconstituyentes muestran una dieta basada en productos vegetales,
especialmente legumbres, frutos secos y cereales. El índice Sr/Ca
corregido utilizado para la determinación del sistema económico de una
población (FORNACIARI y MALLEGNI, 1987) confirma un tipo de economía
basada en la agricultura con posible ingesta de pescado y productos
lácteos. La presencia de concentraciones altas de vanadio en algunos
individuos de edad avanzada nos sugiere que la alimentación puede verse
modificada por las condiciones del sistema masticatorio, ya que las
pérdidas antemortem de las piezas dentarias pueden condicionar la
ingesta hacia productos más blandos, leche y/o distintos derivados
lácteos. Obviamente, si consumían este tipo de alimentos era porque
estaban a su alcance, por lo que debían existir rebaños de ovejas o
cabras. Si la región por cuestiones políticas no favorecía el
aprovechamiento agrícola, el pastoreo de animales sería más factible.
El consumo de pescado se ha detectado por los altos niveles de Sr, al
ser muy superiores a los de la fauna, y unos valores bajos del log Ba/Sr
(menores de -1.6) que se ha relacionado en trabajos previos con el
consumo de productos marinos (BURTON y PRICE, 1990).
En la medida de lo posible hemos intentado obtener información sobre la
alimentación a través de estudios, basados en fuentes escritas, de
época musulmana. Algunos de ellos han sido descartados al ser
difícilmente representativos del tipo de comida al alcance de la
mayoría de la población, bien por su sofisticación, bien por la
inaccesibilidad de los productos. En distintos trabajos, GARCIA (1983,
1986) realiza un estudio detallado sobre este aspecto en la Andalucía
Islámica a partir, no sólo de la recopilación de las recetas de
cocina de diferentes momentos históricos, sino de textos médicos donde
se recomiendan o desaconsejan el uso de determinados productos o la
manera de prepararlos. Conocemos así que la fuente principal de
alimentación de las gentes humildes era esencialmente vegetal tanto en
centros urbanos como rurales. Los cereales, base de la alimentación, no
sólo se utilizaron para la elaboración de pan sino de otros muchos
alimentos como gachas, potajes o sopas. Las sopas espesas de harina,
sémola u otras féculas, acompañadas a veces de carne picada, era la
comida más frecuente entre las clases humildes (ARIE, 1993).
Uno de los productos básicos fue el pan. Este alimento no era realizado
exclusivamente a partir de harina de trigo, que sin duda era el de mejor
calidad, como lo atestiguan Averroes (Córdoba, 1126-1198) o Avenzoar
(Sevilla, 1092-1061) que lo consideraban "el alimento vegetal
más adecuado para el organismo humano" (GARCIA, 1983). Parece
que el consumo de harinas más o menos integrales fueron de uso general,
quedando la refinada restringida a determinados grupos sociales; así
existían cuatro clases de harina de trigo: la de adárgama (flor de
harina, la de mejor calidad), la de sémola, la de almodón (harina
obtenida mojando el trigo antes de molerlo) y la roja (harina rojiza que
incluye parte de la cascarilla del trigo). En época de penuria, parece
que se utilizan otro tipo de harinas realizadas con cereales
secundarios, leguminosas y otros granos feculentos. Según GARCIA
(1983), éste era el pan de sustitución de la clase pudiente pero, los
que no tenían grandes recursos económicos, tenían que recurrir a la
harina de plantas silvestres, frutas y/o raíces.
En zonas rurales, en los momentos de carestía, uno de los cereales
secundarios más frecuentemente utilizados era el sorgo, junto con el
centeno y el mijo. Sin embargo, ARIE señala que, en períodos pocos
favorables, las clases humildes musulmanas tomaban pan de cebada y mijo,
a diferencia de los castellanos que tomaban pan de centeno y cebada.
También se elaboraban panes de leguminosas con garbanzos, lentejas,
guisantes, habas o alubias, parece que las legumbres secas se aproximan
en su composición alimenticia a la carne, leche o huevos en cuanto a la
riqueza en proteínas (mayor que la de los cereales), en elementos
minerales y vitaminas, aportando un elevado número de calorías (GARCIA,
1983). El consumo de este tipo de alimentos, relacionado con elevadas
concentraciones de magnesio, parece evidente en Xarea; incluso podrían
haber sido ingeridos como fuente de proteínas de origen vegetal en
ausencia de las animales. En zonas montañosas se utilizaba el pan de
frutos secos elaborado con vainas de algarrobas secas, bellotas,
castañas, almendras y otros frutos de corteza dura, que tras quitarles
la cáscara y triturarlo se amasaban con levadura de trigo u otro tipo
de harina y se cocinaban en una sartén. Posiblemente era frecuente la
sustitución del trigo por otro cereal o leguminosa, dado el déficit
tradicional cerealístico de Andalucía; sabemos que desde el siglo X,
era necesaria la importación de cereales del norte de Africa (ARIE,
1993; CARA, 1993), aunque también se recurrió al cultivo de trigo en
zonas de riego para garantizar una parte de la producción (JIMENEZ,
1997).
Como podemos apreciar, se consumía de forma destacada todo tipo de
cereales, pero también era muy frecuente el uso de un variado surtido
de frutos secos y legumbres, todos ellos utilizados no sólo para
acompañar determinados guisos, sino para elaborar alimentos de primera
necesidad. El estudio de elementos traza realizado en Xarea confirmaría
este tipo de alimentación, especialmente basada en vegetales verdes,
representado por altos niveles de estroncio, en cereales y legumbres,
por las concentraciones importantes de magnesio, y de frutos secos,
valores elevados de bario. Este tipo de alimentos podrían consumirse en
forma semisólida, gachas, sopas espesas o potajes como presumíamos por
el bajo desgaste dentario. Es posible que la utilización frecuente de
frutos secos en su dieta, junto con la miel y el azúcar, haya sido un
factor importante en la alta incidencia de caries detectada, al ser
productos de fácil adherencia a las zonas interproximales de los
dientes y de difícil limpieza. El cultivo de la caña de azúcar fue
introducido en tiempos de Abderramán I.
La leche constituía una parte fundamental de la alimentación de los
árabes. Era bastante consumida a nivel popular y particularmente entre
los campesinos (GARCIA, 1986), donde sería de fácil acceso al
practicar un tipo de economía que combina agricultura y ganadería.
Según ARIE, la comida de mediodía era particularmente frugal en
verano: pan, ensalada de lechuga, aceitunas y queso; por la noche era
frecuente tomar melón y leche. Los productos lácteos: queso,
requesón, leche desnatada, cuajada, mantequilla y manteca eran comunes
en su dieta. Esta autora resalta que el queso de Dalías, Sur de
Almería, era particularmente apreciado. El consumo de estos productos
en Xarea queda atestiguado por medio de las concentraciones de vanadio
detectadas, en especial entre los individuos de mayor edad, posiblemente
influídos por la pérdida de piezas dentarias antemortem que algunos de
ellos presenta. Los derivados lácteos serían relativamente frecuentes
y de acceso sencillo sobre todo en una comunidad de ámbito rural, donde
las condiciones políticas y geográficas de Vélez debieron influir
para tener una mayor explotación ganadera; quizá tampoco deberíamos
olvidar el significado del propio topónimo de Xarea, Camino del
abrevadero.
Las frutas y hortalizas eran producidas con profusión en la agricultura
musulmana, su importancia se refleja por la inclusión en nuestro idioma
de muchas palabras de origen árabe como albaricoque, naranja, limón,
alcachofa, berenjena. Este tipo de productos que no fueron subordinados
al trigo eran cultivados en zonas de regadío (CARA, 1993). El agua era
recogida mediante diferentes sistemas de riego, pero en Vélez se conoce
incluso la construcción de minas de poca profundidad para aprovechar el
agua subterránea del cerro del Maimón (CARA, 1993).
Según las fuentes consultadas por GARCIA (1986) el pescado era bastante
consumido por las clases humildes de las zonas costeras, sobre todo, el
boquerón y las sardinas. Era vendido en los zocos de diferentes maneras
fresco, frito, seco y en salmuera. Su carácter popular lo atestigua el
número de personas encargado de su venta en los mercados, así como los
documentos que pretendían legislar su venta y poner límite a los
fraudes. Los peces de río, como la trucha, y aquellos que alternan su
vida entre el agua salada y la dulce, como el sábalo y el esturión,
eran muy estimados y se consideraban magros, de carne fina y elástica.
En Xarea el consumo de estos productos parece ser elevado en algunos
individuos, lo que nos plantea distintas explicaciones, entre ellas, la
posibilidad de la presencia de gente llegada de lugares cercanos a la
costa, acostumbrados a ingerir estos alimentos o personas que se
desplazan allí con cierta regularidad. Sin embargo, la frecuencia tan
alta de individuos con valores de log Ba/Sr negativos nos hace pensar
que no son casos puntuales y que, el acceso a este tipo de productos no
estaba restringido sólo a personas concretas. Recordemos aquí que en
Lorca había multas a la gente que pescaba en los ríos y que provocaba
la rotura de las conducciones de agua para el riego de las huertas.
Además la relativa cercanía de la costa, unos dos días de camino, nos
permitiría suponer el posible comercio y la llegada de pescado, seco o
en salmuera, a la zona de Vélez.
La carne probablemente era un producto de lujo. Así, el consumo de
determinados tipos de carne como el cordero parece estar restringido a
clases sociales acomodadas, o a ocasiones de celebraciones especiales (GARCIA,
1986; LADERO, 1989; ARIE, 1993). Aunque a nivel popular, la más
consumida parece ser la de cabra; también debieron ocupar un lugar
importante en el régimen alimentario las aves y los animales de caza.
Los tratados médicos enumeran bastantes aves tanto domésticas como
silvestres (GARCIA, 1986), pero algunas son demasiado exquisitas para
ser consumidas en zonas rurales y por gente humilde como los pavos
reales o las grullas. Sin duda, la gallina era el ave más apreciada. La
carne de caza más común era el conejo, aunque las clases más pobres
consumían tan sólo despojos de reses y aves. A estos platos de carne
que, normalmente se tomaban cocidos, se les añadían distintas
verduras. En Xarea, la carne no debió ser frecuentemente incluida en la
dieta si atendemos tanto a los niveles de zinc como a los de cobre.
Algunos autores (EZZO, 1994a) han detectado que cuando la dieta es rica
en cereales, la concentración de Zn que refleja el hueso es menor que
la que correspondería por la ingesta de carne. Se afirma que la
presencia de fitatos en los cereales impide, por su efecto quelante, la
absorción de parte de los metales presentes en la alimentación como el
Zn y el Cu. Nuestros datos analíticos demuestran que la ingesta de
carne roja era pobre y aún aceptando el posible efecto de los fitatos,
nada apoya la idea de una población con alimentación basada en la
ganadería. Lógicamente, la existencia de ganado como una parte
importante de la economía de esta comunidad no implicaría su
utilización como fuente de alimento básico, sino como un recurso para
generar otros productos necesarios para su supervivencia o como
mercancía de intercambio para la obtención de distintos bienes.
Los resultados analíticos de elementos traza obtenidos apoyarían un
tipo de economía agrícola con aprovechamiento de productos lácteos y
piscícolas. Este sería un sistema integral de explotación del
territorio donde se utilizarían, como era de esperar, todos los
recursos presentes en el medio, condicionados por un entorno,
geográfico y político, no demasiado favorable.
¿Cuales
eran sus condiciones de vida y salud?
Establecidas cuales eran las principales bases económicas de la gente
que vivía en el entorno de Vélez Rubio, también resulta esencial
conocer cuales eran sus condiciones de vida y salud. Los restos de
individuos infantiles presentes en la muestra de Xarea son muy escasos y
están deficientemente conservados, y serán objeto de un trabajo
específico posterior. Sin embargo, contamos con una representación
bastante amplia de piezas dentales de individuos adultos; y a partir de
las mismas podemos extraer información de gran relevancia sobre la
etapa de desarrollo infantil. La hipoplasia del esmalte fue estudiada en
ocho dientes permanentes evaluando la severidad, periodicidad y
duración de las alteraciones, cubriendo desde el nacimiento a los siete
años de edad aproximadamente. No se detectaron diferencias sexuales en
la manifestación de esta lesión del esmalte dentario, por lo que no
podemos admitir la existencia de un trato discriminatorio hacia las
niñas en esta población, en contra de lo expuesto por autores que han
estudiado otras series musulmanas (BERNIS et al., 1992, BRANDI, 1992).
Aunque el Corán prohíbe de forma expresa el infanticidio, no podemos
valorar si existía un trato negligente en los primeros meses de vida
que provocase la muerte a una parte de las niñas pero, al menos,
aquellas que llegaron a la edad adulta tuvieron unas condiciones durante
la infancia muy similares a las de los varones.
Hemos encontrado que casi la totalidad de individuos presentan algún
episodio de hipoplasia y que se repiten cíclicamente (86%). Esta
periodicidad nos hace pensar en la existencia de épocas en las que se
produce un descenso en las defensas del organismo que no llegaron a ser
fatales puesto que el individuo se repuso, pero dejaron señales de su
existencia. La elevada incidencia de esta lesión indica las duras
condiciones de vida a la que estuvo expuesta la población infantil. Es
posible que determinados momentos del año, como por ejemplo el verano,
puedan ser especialmente duros en los primeros años de vida, sobre
todo, si los recursos alimenticios no son suficientes para acumular
reservas que permitan afrontar períodos carenciales o si se producen
enfermedades infectocontagiosas. Algunos de los niños que sufrieron con
mayor severidad la enfermedad necesitaron varios meses hasta su completo
restablecimiento, en ocasiones hasta un año. La enfermedad era por
tanto común a la mayoría de los individuos y repetida a lo largo de la
infancia, la causa más probable serían las infecciones intestinales,
como ya han apuntado algunos autores (HUTCHINSON y LARSEN, 1988).
El destete supone, sin duda, el momento más crítico en la salud del
niño; el tránsito a una comida fundamentalmente sólida no debió
producirse de forma radical, pero los dos años de edad coincide con la
incidencia más alta de esta patología. Esta edad es la señalada por
el Corán para el destete aunque, al margen de la coincidencia con las
creencias religiosas, también coincide con el límite inferior del
intervalo más frecuente en sociedades agrícolas (2-6 años) propuesta
por LANPHEAR (1990), y podría guardar relación con un control natural
de los embarazos.
Los indicadores de salud analizados para la valorar las condiciones de
vida en la edad adulta se han centrado en el estudio del tamaño
corporal, la estatura, y la comparación con otras poblaciones
peninsulares, así como la incidencia de lesiones degenerativas
articulares y las fracturas.
El esqueleto postcraneal de la muestra de Xarea tiene unos caracteres
morfológicos muy similares al resto de poblaciones de la zona
suroriental de Andalucía, pero claramente distintos a las restantes
poblaciones del centro y norte peninsular. La serie más parecida a
Xarea es la hispanomusulmana de La Torrecilla (Granada). En realidad
también existen diferencias con las series prehistóricas del sureste
andaluz ya que éstas son más robustas que las de época medieval
aunque todas son, en conjunto más gráciles, que las restantes
poblaciones comparadas. Esto implicaría la probable influencia de un
componente genético distinto entre ambas regiones de la Península, que
permitiría diferenciar unas de otras. En el estudio de la estatura, por
el contrario, no existen grandes divergencias entre poblaciones, por lo
que el teórico incremento secular asociado a la diferente cronología
de las series no se ha observado. Posiblemente hasta que no se ha
producido una mejora sustancial de las condiciones de vida durante la
infancia, especialmente de la nutrición, como ha ocurrido en el
transcurso del presente siglo en los países industrializados, no se
generó este incremento de forma significativa.
En general, la salud de la muestra de los individuos que habitaron en el
área de Xarea no era demasiado buena. Si tenemos en cuenta la
aseveración de WALDRON (1991) cuando afirma que lo normal en una
persona mayor es que se encuentre aquejada de artrosis en alguna
articulación, no debería extrañarnos que en Xarea con un 46% de
individuos mayores de 40 años, la frecuencia de OA alcance a la
práctica totalidad de individuos. Pero la influencia del factor edad,
no puede ser considerada como la única razón de unos porcentajes tan
elevados. Entre 31 y 40 años, la frecuencia de osteoartrosis en las
articulaciones del hombro, codo, mano, cadera y rodilla ya sobrepasan el
50% de afectados en alguno de los sexos. En el caso de la articulación
de la mano, las lesiones se generalizan al 88% de las mujeres, mientras
el 76% de los varones ya presentan OA en la muñeca en dicho intervalo
de edad. Sin duda, la actividad física desarrollada debió ser bastante
intensa y provocó una degeneración articular a edades medias de la
vida tanto en varones como en mujeres.
La OA de la extremidad superior en el intervalo de 31 a 40 años afecta
especialmente a manos y hombros en las mujeres, mientras que en los
hombres las articulaciones más afectadas son codo y muñeca. Es
probable que la carga excesiva de peso en los brazos sea la causa de
aparición de esta lesión en los varones; casi un tercio de la serie
masculina presentaba también entesopatías en las zonas de inserción
del redondo y pectoral de ambos brazos que podrían ser generadas por
este tipo de acciones. Sin embargo, en las mujeres las articulaciones
podrían verse dañadas como consecuencia de la manipulación manual y
los movimientos que requieran la rotación o la elevación del brazo.
Conocemos que en la época de florecimiento económico de Almería
(siglo XI- mediados del XII) el reconocimiento de la calidad de sus
tejidos en seda se extendía por todo el Mediterráneo, por lo que su
producción aumentó como consecuencia de la fuerte demanda, permitiendo
equilibrar la balanza económica de las importaciones (CARA, 1993; ARIE,
1993). La importancia de esta materia llegó a ser tal que, en el siglo
XV ante la prohibición de sacar del país oro o plata, la gente que
tuvo que emigrar cambiaban sus bienes por seda (LADERO, 1989).
Desgraciadamente las fuentes escritas no permiten estimar si la comarca
velezana producía o al menos preelaboraba la seda, pero sabemos que
esto era frecuente en el medio rural (LADERO, 1989; ARIE, 1993),
contribuyendo decisivamente a la economía familiar. Sólo contamos con
la información toponímica para reconocer una zona cercana a Xarea,
llamada El Moredal, que lógicamente debió estar dedicado al cultivo
del árbol cuyas hojas alimentan a los gusanos de la seda; la
importancia de la producción puede estimarse si consideramos que a
finales del siglo XV entre un 50% y un 65% de los árboles en Almería
eran moreras o morales (CARA, 1993).
El tratamiento de la seda requería hervir los capullos a temperaturas
concretas según su calidad (GARZON, 1972) y posteriormente tenía que
ser hilada mediante usos y ruecas. ARIE (1993) comenta la existencia de
ruecas y telares en gran número de casas andaluzas en época nazarí,
siendo una de las actividades productivas más frecuentemente realizada
por mujeres. Igualmente pensamos que la presencia de ganadería pudo
haber generado una actividad artesanal relacionada con el tejido de la
lana, necesaria para la elaboración de vestidos, túnicas, mantas y
alfombras; ni podemos olvidar que el esparto es una materia de
crecimiento espontáneo en esta comarca y debió ser utilizado
probablemente para la realización de cestos o esteras. Este tipo de
trabajos pueden perfectamente ser realizados en las casas y si fuera
frecuente o continuado, explicaría la alta incidencia de OA en las
articulaciones de la mano, puesto que tanto las labores de tejido como
de urdimbre precisan una intensa actividad mecánica de los dedos. Esta
hipótesis sería consistente con las entesopatías en epicóndilo y
epitróclea del húmero, ambas relacionadas con la flexión y extensión
de los dedos, concretamente la presencia de exóstosis en los flexores
afecta a casi la mitad de la población.
Una cuestión interesante es que ninguno de estos marcadores de la
epífisis distal del húmero muestra diferencias sexuales, aunque las
mujeres tienen frecuencias ligeramente más elevadas. Esto sugiere que
varones y mujeres tendrían actividades al menos parcialmente similares
o que siendo distintas requieren el uso frecuente de flexores y
extensores de los dedos. Las labores de urdimbre requieren una habilidad
especial y en poblaciones no industrializadas actuales los niños
trabajan en ellas ya que el tamaño de sus dedos permite entresacar
mejor los hilos. De ese modo desde temprana edad, podrían participar en
estas tareas artesanales, y si la dedicación se prolongara hasta o
durante la edad adulta esta actividad podría generar la aparición de
OA en la mano a edades relativamente jóvenes. En el caso de la
tejeduría, en el siglo X, Abderramán III mandó construir en la ciudad
de Almería una fábrica de tiraz, variedad de tejido en seda que
requiere una alta especialización de los tejedores (SEGURA, 1979);
estos artesanos sederos creemos que debían ser varones por lo que no
podemos descartar que en el ámbito rural no colaborasen en su
elaboración, aunque LADERO (1989) piensa que la tejeduría se realizaba
en centros especializados de las ciudades y no en el campo. Por otro
lado, los hombres sí parecen estar más vinculados con el trabajo
agrícola y ganadero, posiblemente labores como ordeñar, recoger la
siembra con la hoz, esquilar o trabajar y curtir el cuero pudieran ser
suficiente para dejar unas huellas evidentes en el hueso. Lesiones que
en ocasiones eran graves ya que el 13% de los varones presentan pulido o
eburnación en alguna de las articulaciones de la mano frente a sólo el
6% de las mujeres.
En la serie femenina es muy frecuente encontrar OA en el hombro,
posiblemente a causa de movimientos de rotación y elevación repetida
del brazo. No se ha detectado que un lado se encuentre
significativamente más afectado que otro, aunque el izquierdo presenta
el porcentaje ligeramente más alto; quizá en algunos trabajos, como el
de tejer sobre un telar, sea frecuente la acción de elevar ambos
brazos, con lo que serían susceptibles de verse afectados por igual. En
un 13% de las mujeres se detectaron marcas de inserción del redondo
mayor en el húmero, entesopatía relacionada con la rotación del
brazo, siendo el lado derecho el más afectado. Pensamos que algunas
mujeres podrían transportar objetos, cestos o cántaros, en la cabeza
que necesitaran ser sostenidos con una mano, sin duda, una acción
continuada o muy repetida podría dejar huellas de estas
características.
En resumen, el estudio morfológico del esqueleto postcraneal, la
valoración de las distintas patologías orales y la concentración de
elementos traza en el hueso permiten concluir que la economía de la
población de Xarea se centraba en la explotación agrícola, con un
patrón alimenticio basado en la ingesta de vegetales como cereales,
frutos secos y legumbres, con un aporte destacado de productos lácteos
y pescado. Las lesiones encontradas en las articulaciones de la mano
tanto de hombres como de mujeres podrían ser reflejo de una actividad
manual importante, que se vería correspondida por la elevada frecuencia
de entesopatías de los flexores y extensores de los dedos. El
porcentaje tan elevado de osteoartrosis en individuos menores de
cuarenta años indica la existencia de una actividad manual frecuente,
quizá de tipo artesanal.

No ha sido posible realizar una reconstrucción precisa del número de
personas que habitaron la zona al encontrar fuertes discrepancias entre
los resultados detectados por los estimadores paleodemográficos y los
datos históricos a los que hemos tenido acceso. En este caso, es
posible que la población se haya visto sometida a importantes
fluctuaciones demográficas como consecuencia de su situación de
frontera. La existencia de enfrentamientos violentos, que podrían haber
sido frecuentes debido a la inestabilidad de la zona, no puede ser
confirmada con seguridad salvo en un caso concreto, el que hace
referencia a un individuo con traumatismo craneal producido por un arma
cortante. Las restantes fracturas pueden haberse producido de forma
accidental, si bien algunos casos que presentan politraumatismos serían
susceptibles de ser considerados fruto de enfrentamientos
interpersonales. Tampoco debemos olvidar que la frecuencia de fracturas
es mayor en varones, aunque una actividad física diferencial también
podría generar la divergencia observada.

Tras este trabajo aún hay otras preguntas sin responder ¿existen otras
necrópolis de similar cronología en Vélez Rubio? ¿cómo se
encuentran estructuradas las viviendas de esta comunidad? ¿existía un
sistema disperso o concentrado en la forma de ocupación del
territorio?, sólo una investigación a largo plazo quizá podrá
aclarar algunos de estos aspectos. Tampoco se han finalizado las
investigaciones referidas a los restos humanos, todavía debemos valorar
la incidencia de enfermedades infecciosas, las lesiones detectadas en la
columna vertebral junto con otras entesopatías. Necesitamos delimitar
el período de utilización de la necrópolis; probablemente los restos
depositados en el CSIC puedan ayudarnos; tenemos información sobre
dimensiones craneales y mandibulares que, a pesar de su pequeño
número, podrán ser igualmente útiles para caracterizar a los
individuos adultos y creemos de interés analizar los restos infantiles
a pesar de su mal estado de conservación. Algunas de estas tareas ya
están casi terminadas, otras esperan a nuevos investigadores, sin duda,
los resultados que aporten estos nuevos estudios permitirán completar
la visión ofrecida en esta investigación, verificando o rebatiendo
algunas de las hipótesis aquí propuestas
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