UCM

 


PALEODIETA


         El estudio de las poblaciones del pasado se basa en la reconstrucción y síntesis que distintas disciplinas científicas hacen de la relación del ser humano con su medio. En esa relación, es evidente que el tipo de alimentación puede centrar el interés de investigaciones arqueológicas al ofrecer datos fundamentales para la interpretación de antropólogos e historiadores. Los estudios químicos del hueso en el campo de la Arqueología y de la Paleoantropología pretenden dar respuesta, entre otras cuestiones, al origen de la agricultura, tipo de patrón económico, comportamiento migratorio, salud, situación social, fertilidad, cambios climáticos o culturales, tafonomía, diagénesis, procesos de fosilización, etc. etc. que afectaron a las poblaciones antiguas.

         Todo estudio comparativo lleva implícito la elección de muestras y métodos de análisis. Unas y otros están condicionados por la presunción de homogeneidad biológica del material sujeto a evaluación. En realidad, los investigadores suponemos, a veces con una fe ilimitada, que el resultado analítico de una muestra de tamaño reducido no difiere significativamente del que se obtendría al evaluar la mayor parte del material depositado en un yacimiento. Incluso, en ocasiones, es fácil olvidar que extrapolamos el estudio de unas pocas tumbas al conjunto de una necrópolis, deduciendo de ello la forma de vida de una población, generalmente heterogénea, que pudiera no tener comportamientos similares en función del tiempo de utilización del lugar de enterramiento, de la edad, sexo, clase social, etc. La realidad es mucha más dura, dicho estudio representa inicialmente, y en la mayoría de las ocasiones, el promedio obtenido a partir de la serie biológica analizada. Evaluaciones posteriores de otras muestras del mismo yacimiento son las que confirman o no las deducciones obtenidas y permiten aceptar las inferencias. No olvidemos estas ideas a partir de este momento; asumamos que podemos estar equivocados y que nuestras interpretaciones deben estar sometidas a constante revisión. Tampoco pensemos que este problema afecta sólo al campo específico del que se ocupan estas líneas, es obvio que ocurre en todas las áreas científicas o del saber.


Primeros pasos

         A finales de los años 80 iniciamos un proyecto de investigación financiado por la DGICYT denominado Estudio de la nutrición y de la patología en poblaciones pre y postcolombinas de la Península Ibérica y de la costa norteamericana del Pacífico. Como es lógico pensar a partir del título anterior, el proyecto era muy ambicioso y abarcaba diversos aspectos que no comentaremos en este momento. En lo que afecta a la paleodieta se analizó el contenido de elementos traza (estroncio y zinc) en muestras óseas de tejido compacto tomadas en la espina tibial anterior de diferentes poblaciones españolas (Pérez-Pérez et al., 1991). La elección de las muestras estuvo condicionada por el material disponible en esos años y afectó a series, bien conservadas, depositadas en las universidades de Barcelona, Granada y Madrid. A escala temporal decir que la cronología de las series variaba desde la edad del Bronce hasta la actualidad y que como es lógico existían diferencias en el patrón alimenticio de las poblaciones analizadas. Entre los resultados de interés destacar que el estudio demostró la correspondencia entre datos arqueológicos, históricos y analíticos. Del mismo modo nuestros datos demostraban la inexistencia de correlación entre los patrones de paleodieta e indicadores de estrés como la cribra orbitalia en individuos adultos.


Métodos de análisis

         Interesados por los problemas metodológicos que plantea el análisis químico de elementos traza en hueso, realizamos dos investigaciones a comienzos de los años 90. En 1993 desarrollamos un nuevo protocolo analítico en colaboración con el CAI de Espectrofotometría de la Universidad Complutense (Martín, 1993). Este estudio permitió estandarizar el método de valoración mediante ICP-AES en hueso, introducir el microondas como elemento de digestión rápida, reducir las pérdidas por evaporación y aislar los problemas de interferencias iónicas en las lecturas. Hoy sigue siendo el procedimiento de rutina en el CAI de la UCM para estudiar la composición mineral del tejido óseo y es el método que utilizamos en nuestros análisis en dicho centro. Por otra parte, en 1996, González-Abad analizó en su tesis doctoral el efecto del estrés y los glucocorticoides sobre el desarrollo craneal de los roedores (Rattus norvergicus) y en lo que se refiere a los elementos traza, evaluó los cambios de concentración que podían producirse en animales sometidos a situaciones de estrés ambiental pero con el mismo tipo de dieta. Sus resultados demostraron que el zinc podía verse afectado por procesos homeostáticos y que su concentración podía variar a pesar de que la ingesta era la misma.


Restos incinerados

         A mediados de 1993 se planteó un problema distinto. El descubrimiento de la necrópolis celtibérica de Numancia y la excavación de veintitrés conjuntos arqueológicos, promovió el estudio antropológico de ocho tumbas y la elaboración de un informe para la Junta de Castilla y León (Trancho et al., 1995) que apareció publicado el año siguiente (Jimeno et al.,1996b).

         Es conocido que el estado de conservación del material osteológico está condicionado por el ritual funerario. Son numerosos los tratamientos que las poblaciones humanas ofrecen a sus muertos; sin embargo, podemos reducirlos esencialmente a tres: inhumación, incineración y antropofagia. Sin duda los dos primeros son los más frecuentes y, de ellos, es la incineración el proceso que menor número de restos deja para el estudio posterior del enterramiento. Numancia aportaba restos humanos incinerados, reducidos a pequeños fragmentos (sólo se conservaban 4.9 gramos de media por tumba). El 89% de los restos humanos analizados medían menos de 20 mm; el fragmento de mayor tamaño alcanzaba unas dimensiones de 38x14 mm; mientras que el de fauna más grande era de 40x25 mm. Todos los huesos humanos detectados habían sido previamente sometidos a cremación. Tan sólo en ocho casos se demostraba la presencia de restos orgánicos no afectados por la acción del calor y siempre eran restos faunísticos.

         El material óseo numantino fue identificado en el laboratorio como resto humano o de fauna. Se consideraron sus dimensiones, forma, color, estado de conservación, peso y, cuando fue posible, su asignación esquelética. La determinación de dieta se realizó atendiendo a la concentración de ocho elementos químicos mediante espectrometría de emisión por plasma de acoplamiento inductivo (ICP-AES). A tal fin, se obtuvo una muestra, inferior a 1 g, de tejido óseo, pero dadas las condiciones de conservación del material osteológico, resultaba muy difícil seleccionar el mismo tipo de hueso para realizar la determinación analítica. Por ello se diseñó un modelo que permitiese evaluar y comparar muestras de tejido compacto y de tejido esponjoso. Nuestros resultados demostraron la existencia de diferencias en la concentración de oligoelementos en función del tipo de hueso utilizado. ¿Qué razones podían aducirse?. La distinta composición química del hueso podía explicarse por las desiguales tasas de remodelación ósea. Se estima que las costillas presentan una remodelación próxima al 10% anual, mientras que los huesos largos tienen valores inferiores, en torno al 2.2% para el fémur y el 2.6% para la tibia. Otro factor a considerar es la mayor permeabilidad del tejido esponjoso, lo que podría producir en muestras sometidas a enterramiento un incremento de la diagénesis.

          Pero nuestra investigación aportó más datos respecto a la dieta. Los datos históricos sugerían que la ganadería era un factor económico importante para la población de Numancia. Sin embargo, la interpretación de los resultados analíticos permitió estimar en Numancia una economía mixta basada fundamentalmente en productos vegetales con una contribución alimenticia pobre en carne. Los niveles elevados de cobre, magnesio y bario nos llevaron a pensar en un consumo frecuente de vegetales y frutos secos, probablemente bellotas. Esta idea era muy sugestiva y llamó poderosamente la atención de los arqueólogos que excavaban Numancia. Casi podemos afirmar que pusieron en cuarentena nuestra propuesta sobre las bellotas. Sin embargo, dos años después, otros autores independientes, estudiando fitolitos asociados a los molinos de mano hallados en Numancia, confirmaron que en su superficie se procesó dicho alimento. De ese modo, técnicas y equipos distintos llegaron a conclusiones idénticas. Se demostraba que teníamos razón, los numantinos ingerían este alimento.

          El informe del material descubierto en 1993 sólo era el principio. En 1996, dentro del Plan Director, ya se habían recuperado en Numancia 150 conjuntos arqueológicos y eso permitió ampliar la muestra de paleodieta  hasta las veintiuna tumbas. El nuevo análisis, mucho más fiable dado el tamaño muestral, corroboró las deducciones anteriores; Numancia tenía una economía mixta, con marcada ingesta de productos vegetales y un aporte pobre de proteínas animales. Su dieta estaba basada esencialmente en alimentos ricos en fibra, bayas, tubérculos, cereales y frutos secos. Por otra parte, planteamos que también resultaba útil para reconstruir la historia biológica de la población, el evaluar la existencia de diferencias alimenticias en función de la ordenación de los enterramientos o de los tipos de ajuar de la necrópolis. Por ello, nuestro estudio estimó la concentración de elementos traza de cada una de las tumbas analizadas y su relación con la disposición espacial de las mismas o con su ajuar. No podemos exponer aquí de forma detallada los resultados obtenidos (Trancho et al., 1997b), pero sí podemos indicar de forma somera que las tumbas con fíbulas o canicas y agujas de coser pertenecen a individuos con hábitos alimenticios asociados al consumo de productos ricos en fibra, frutos secos, etc., mientras que los individuos con armas consumen proporcionalmente más cereales. Los individuos con ajuares de adornos y broches de cinturón ocuparían una posición intercalar entre los grupos mencionados, sin que pudiesen diferenciarse claramente de los que poseen armamento.

         El análisis incorporaba además una valoración de los procesos diagenéticos, del contenido en materia orgánica del suelo y del ritual de enterramiento. Finalmente se realizó un análisis multifactorial de componentes principales (ACP) que confirmó la idea de una dieta esencialmente basada en alimentos vegetales, ricos en magnesio, probablemente cereales, como la base del patrón alimenticio de la población numantina. A ella habría que añadir la ingesta de elementos ricos en bario, mayoritariamente frutos secos como las bellotas, tubérculos, bayas y legumbres. Incluso aceptando que la presencia del fitato de los cereales pudiera, por su efecto quelante, impedir la absorción de parte de los metales ingeridos en la dieta, nada apoyaba la idea de una población con alimentación basada en la ganadería.


Grupos de edad

          En 1996 analizamos el patrón alimenticio de dos poblaciones prehistóricas de la provincia de Avila (Aldeagordillo, Calcolítico Final y El Tomillar, Bronce Antiguo) (Trancho et al., 1996). Se trata de dos poblaciones no coetáneas - aunque la diferencia cronológica no sea grande, ni tan distante el estadío cultural - y, sin embargo, dejando al margen el efecto diagenético puesto de manifiesto en las muestras analizadas, el modelo económico de ambas series parece estar relacionado con el elevado consumo de productos vegetales. A pesar de ello, el análisis de elementos traza demuestra que la serie de El Tomillar tiene una ingesta baja de proteínas animales, mientras que Aldeagordillo se comporta como una población con ingesta media.

         Un aspecto muy interesante de este análisis fue detectar diferencias relacionadas con la edad para el vanadio. Este elemento se relaciona con el consumo frecuente de vegetales y productos lácteos. Los restos infantiles de Aldeagordillo demostraban unos niveles más altos de vanadio que los detectados en adultos. ¿Por qué?. En realidad es lo que cabe esperar durante los primeros años de desarrollo, es entonces cuando la dieta es mucho más vegetariana y contiene mayor cantidad de leche. Las proteínas animales, en forma de carne o pescado, se incorporan algo más tarde en nuestra alimentación. El análisis de elementos traza permitía poner de manifiesto esa diferencia cronológica en la alimentación.


          No fue el único estudio en el que observamos variaciones respecto a la edad. Robledo (1998) demostró que la integridad de la hidroxiapatita del hueso se encuentra peor conservada en los individuos de edad avanzada al estudiar la población hispanomusulmana de Xarea (Almería). Sus resultados sugieren la necesidad metodológica de evitar esta posible fuente de variación a la hora de elegir la muestra analítica en el futuro. En Xarea, población con consumo elevado de productos vegetales, cereales, frutos secos y legumbres, no detectamos diferencias sexuales en el patrón alimenticio, pero sí se observó una ingesta superior de derivados lácteos y pescado, al menos, en una parte de los individuos de mayor edad. ¿Por qué ese cambio alimenticio?. Nuestros resultados sugieren que esa transformación puede ser consecuencia de una elevada patología oral ya que una dieta blanda produce un menor esfuerzo durante la masticación.


Diferencias sociales

          Hasta 1997 no pudimos dar por finalizado el análisis de paleodieta de la población ibérica del castro de Villasviejas del Tamuja (Botija, Cáceres).El trabajo (Trancho et al., 1997a) analizaba los restos humanos descubiertos en la necrópolis de El Mercadillo durante los años 1985 a 1987. El yacimiento, de la Segunda Edad del Hierro, es tan sólo, una de las tres necrópolis localizadas hasta 1993, ya que junto al castro se detectaron otras dos áreas, El Romazal I y El Romazal II, con enterramientos. El Mercadillo aparece como la zona más antigua (siglo IV a.C.), asociada probablemente al primer momento de ocupación del asentamiento que representa el castro. El Romazal I se vincula con el momento final de uso del poblado (siglo II y I a.C.), coincidiendo con la presencia de ajuares de tipología romana, y el Romazal II correspondería a un momento intermedio (siglo III a.C.).

          Según las investigaciones arqueológicas de El Mercadillo, el ritual de enterramiento demostraba la existencia de una gran homogeneidad respecto a la deposición del cadáver cremado. Los restos humanos eran introducidos en urnas, cubiertas por un cuenco o plato, y enterrados en un hoyo más o menos profundo. Los estudios arqueológicos señalaban, como factor diferenciador importante, la existencia de un conjunto de tumbas asociadas a estructuras de piedra. Se trataba de nueve tumbas sobre las que se colocaron horizontalmente hiladas de pizarras, que definían el perímetro, junto con granitos y cuarcitas de pequeño tamaño que rellenaban y daban forma a un total de siete estructuras. Además, se detectó que la distribución de los enterramientos de El Mercadillo parece mostrar una tendencia concéntrica a partir de los complejos de piedra mencionados.

          Los datos anteriores permitían suponer la existencia de un ritual reservado a un grupo minoritario de la población desde el punto de vista social, lo que podría corresponder a un único grupo de parentesco. El estudio de oligoelementos, a pesar del reducido número de muestras, podía tratar de verificar esa hipótesis estimando el grado de similitud entre las tumbas con y sin estructura. Los resultados analíticos demostraron que se trataba de una población de economía pastoril y que los enterramientos dotados de hiladas de piedra eran mucho más parecidos entre sí de lo que cabría esperar por azar. Existía una mayor similitud en el contenido de elementos traza entre los individuos enterrados en tumbas con estructuras de piedra respecto a aquellos que no la poseen. Este hecho podría apoyar la hipótesis de la existencia de un grupo social minoritario, emparentado o no entre sí, con un patrón alimenticio más homogéneo que el del resto de individuos analizados.

         Pero recordemos que si uno lo desea nunca se acaban las preguntas. Para aceptar de forma definitiva la idea del grupo social minoritario se hace necesario responder a algún interrogante más. Si las tumbas con estructura son, tal y como se propone, las más importantes y definen la organización interna del cementerio, debe aceptarse que el resto de tumbas son más modernas y la antigüedad sería menor según se incremente la distancia al área definida por ese tipo de enterramiento. En ese caso, ¿cúal fue el período de utilización de la necrópolis?. La cronología propuesta abarca el siglo IV a.C. y, tal vez, inicios del III a.C. ¿A cuántas generaciones equivale?. ¿Durante ese tiempo pudieron producirse modificaciones importantes en el patrón alimenticio?. ¿Cúal fue su evolución?. ¿Esas modificaciones, de producirse, serían detectadas como tales en un análisis de paleodieta?. Es obvio que con los análisis efectuados hasta ahora se ha conseguido información relevante sobre el tipo de dieta de los primeros habitantes del castro de Villasviejas del Tamuja; pero algunas de las respuestas a las cuestiones planteadas son de gran trascendencia. Su conocimiento permitiría reconstruir con más precisión parte de la historia, forma de vida y biología de los habitantes de dicho área. La existencia de tres necrópolis asociadas al mismo lugar de habitación, con una utilización que se extiende desde el siglo IV al I a.C., plantea la posibilidad de estudiar tumbas de distinta cronología y evaluar los cambios biológicos asociados al tipo de dieta. La tarea queda por hacer; se hace necesario evaluar qué ocurre con una muestra significativa de individuos cuyas tumbas estén alejadas del área principal de El Mercadillo y verificar, con las necrópolis de El Romazal I y II, si el patrón dietético se modificó hacia una economía mixta o agrícola. Las respuestas dependen hoy de la disponibilidad económica para acometer el estudio.


Diferencias cronológicas

         Durante 1999 analizamos los restos humanos descubiertos en la necrópolis de Cerro de la Cabeza. El yacimiento se encuentra situado a unos 3 km de la ciudad de Avila. Hasta 1998, se han descubierto cinco tumbas correspondientes a dos períodos cronológicos distintos. Tres tumbas individuales y una múltiple, con seis individuos, datadas como correspondientes al Calcolítico Final o principios de la Edad del Bronce (Cerro de la Cabeza 1) y una tumba con dos individuos que se fechó como de finales del Bronce o principios de la Edad del Hierro (Cerro de la Cabeza 2). ¿Existían diferencias en el patrón dietético asociadas al cambio cronológico?. Cerro de la Cabeza 1 y Aldeagordillo (analizada en 1996) están separados por menos de 8 km, pero cronológicamente son del mismo período, ¿existían diferencias significativas en la alimentación de ambas poblaciones?.

         Aceptando nuestros resultados actuales como provisionales debido a las limitaciones impuestas por el tamaño muestral, el patrón económico general detectado en Cerro de la Cabeza se ha visto ligeramente modificado con el tiempo. Cerro de la Cabeza 1 corresponde a una sociedad de economía mixta o agrícola con una dieta basada en productos vegetales, ricos en fibra, pero con una ingesta media en proteínas de origen animal, no difiriendo de forma esencial con Aldeagordillo. Sin embargo, los individuos de Cerro de la Cabeza 2 parecen desarrollar un patrón económico claramente agrícola. En ellos predominan el consumo de cereales y productos lácteos, con una ingesta de proteínas animales menor que en la fase anterior.

          Representada por una muestra muy reducida, tan sólo dos individuos, una mujer y un subadulto, queda el interrogante del patrón alimenticio correspondiente a los varones, problema que sólo puede solucionarse incrementando el número de individuos analizados en la zona. Se plantea así en este trabajo, la importancia de desarrollar nuevas excavaciones en el área de Cerro de la Cabeza o en sus proximidades para confirmar los resultados analíticos obtenidos.


La alimentación en los palacios

          En 1997, gracias a un proyecto multidisciplinar de la Asociación Española de Paleopatología (www.ucm.es/info/aep), tuvimos la oportunidad de analizar los restos del Panteón de Reyes de San Isidoro (León) (Trancho et al., 1999). Desde un punto de vista histórico la población era muy interesante y claramente distinta de las series que habíamos estudiado previamente. Los restos del Panteón pertenecen a nobles, infantes, reyes y reinas del reino de León, desaparecido como tal a la muerte de Bermudo III (+ 1037). El objetivo de nuestro análisis paleonutricional era doble; por un lado pretendía determinar el tipo de dieta de una muestra de los restos exhumados, y por otro, comparar los valores obtenidos con el de poblaciones españolas de distinto estatus sociocultural pero de similar cronología. Por primera vez en nuestro país, podíamos aproximarnos a un conocimiento más amplio de la forma de vida de un grupo humano de características especiales y teóricamente objetivar parte de los aspectos biológicos de la élite social de la época.

         En términos generales el índice de vegetarianismo de San Isidoro demuestra que se trata de una población de economía pastoril, con una ingesta baja de productos vegetales mientras que incorpora una dieta media de proteínas animales. El ingreso de productos vegetales se produce fundamentalmente a través de verduras y cereales siendo menos importantes, en especial en los varones, los aportes de productos ricos en fibra como bayas, legumbres y frutos secos (bellotas o castañas). No parece existir un aporte substancial de productos lácteos en forma de leche o queso, pero sí se detecta una fuerte influencia del pescado en la alimentación de ambos sexos. Este último dato no debe sorprendernos ya que las poblaciones humanas tienden a explotar la totalidad de los recursos disponibles y, según datos históricos, en la ciudad de León se consumía tanto pescado marino como fluvial.

          Las tres poblaciones comparadas con las muestras de San Isidoro presentaban índices de vegetarianismo medios claramente superiores, obviamente eran más vegetarianas. La Olmeda (Palencia), La Torrecilla (Granada) y Xarea (Almería) son poblaciones de economía marcadamente agrícola. La ingesta cárnica es baja en ambas poblaciones hispanomusulmanas andaluzas y de tipo medio en La Olmeda. Sin embargo, San Isidoro es claramente una población que puede clasificarse como de economía pastoril, consume muchos menos vegetales que las series de referencia y su ingesta de proteínas en forma de carne roja es mucho mayor. Aún siendo evidente la dificultad de reconocer diferencias específicas con un número tan reducido de casos, el análisis de elementos traza parece indicar que los patrones alimenticios de San Isidoro son claramente distintos de los observados en otras poblaciones españolas cronológicamente próximas. Era obvio que la analítica demostraba un patrón coherente con lo que cabía esperar desde el punto de vista de las fuentes históricas.


Referencias

PEREZ-PEREZ A., JIMENEZ BROBEIL S. y TRANCHO GJ. (1991) Análisis de oligoelementos: estudio de la dieta en poblaciones de la Península Ibérica. En: Nuevas perspectivas en Antropología. Botella M., Jimenéz S. y Souich P. eds. Granada. pp. 719-730. ISBN 84-605-2082-X.

MARTIN O. (1993) Determinación elemental de componentes mayoritarios, minoritarios y traza en tejido óseo por espectrometría de emisión por plasma de acoplamiento inductivo. Tesis de Licenciatura. Universidad Autónoma. (Codirección: Dra. Maite Larrea).

TRANCHO GJ., ROBLEDO B. y LOPEZ-BUEIS I. (1995) Necropolis celtibérica de Numancia: determinación de la dieta mediante elementos traza. (Informe correspondiente a la campaña de 1993). Plan Director de Numancia, Junta de Castilla y León.

GONZALEZ-ABAD M.J. (1996) Efectos del estrés crónico y de la actividad glucocorticoide sobre el crecimiento: modificaciones en el esqueleto craneal de la rata. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid. (Codirección: Dra. A. Gamallo).

JIMENO A. y TRANCHO GJ. (1996a) Mundo celtibérico: Numancia. Investigación y Ciencia. Enero; 38-39.

JIMENO A., TRANCHO GJ., MORALES F., ROBLEDO B. y LOPEZ-BUEIS I. (1996b) Ritual y dieta alimenticia: La necrópolis celtibérica de Numancia. Numantia. Arqueología en Castilla y León. Vol: 6; 31-44.

TRANCHO GJ., ROBLEDO B., LOPEZ-BUEIS I. y FABIAN FJ. (1996) Reconstrucción del patrón alimenticio de dos poblaciones prehistóricas de la Meseta Norte. Complutum Vol 7; 73-90.

TRANCHO GJ., LOPEZ-BUEIS I. y ROBLEDO B.(1997a) Paleodieta de la población ibérica de Villasviejas del Tamuja. Análisis de la necrópolis de El Mercadillo (Botija, Cáceres). Junta de Extremadura. Universidad Complutense Madrid. ISBN: 84-922875-1-0.

TRANCHO GJ., ROBLEDO B. y LOPEZ-BUEIS I. (1997b) Numancia: análisis paleonutricional de una población celtibérica. Plan Director de Numancia. Plan Director de Numancia, Junta de Castilla y León. Universidad Complutense Madrid. ISBN: 84-922857-3-7.

TRANCHO GJ. y ROBLEDO B. (1999) Reconstrucción paleonutricional del Panteón de Reyes de San Isidoro de León. (Informe realizado para la Junta de Castilla-León).

TRANCHO GJ. y ROBLEDO B. (1999) Análisis de paleodieta mediante elementos traza en el yacimiento mesolítico de Seickh Mustafa (Sudán). (Informe realizado para proyecto DGES. Ministerio de Educación y Cultura).

TRANCHO GJ. y ROBLEDO B. (1999) Paleodieta: estudio del patrón alimenticio en El Cerro de la Cabeza (Avila). Junta de Castilla y León. Universidad Complutense Madrid. ISBN: 84-922875-4-5.

 

 

PublicacionesInicio de páginaIndicadores de salud